Ruptura Amorosa: ¿Se puede Ser Amigos?

Las relaciones sentimentales pueden terminar de muchas maneras. Cuando el amor y la confianza son traicionados (por ejemplo, por una infidelidad o una mentira) o los sentimientos son gravemente heridos, entran en juego muchas emociones negativas (dolor, odio, vergüenza, rencor…) que no sólo matan ese amor, sino que también cierran la puerta a cualquier otra clase de relación futura entre los miembros de la pareja. Pero no siempre es así.

Una pareja puede romperse por muchas razones, no es necesario que alguien haya cometido un error imperdonable ni tampoco llegar a una situación violenta o extrema. La falta de entendimiento o de comunicación, el choque de intereses personales, la diferente visión sobre los aspectos trascendentes de la vida (como las prioridades o los hijos), los celos, el egoísmo, el aburrimiento o el hastío, pueden ser causas de una ruptura amorosa. A veces sucede que lo que creíamos que era amor no existió desde el principio, fue una ilusión que el tiempo y la convivencia se encargaron de desvanecer.

Son muchos los casos en los que una pareja descubre que ya no hay amor o que, incluso habiéndolo, es un amor más destructivo y dañino que enriquecedor. En no pocas ocasiones el amor se confunde con la dependencia afectiva, y hay veces que por muy doloroso que resulte, la convivencia es peor alternativa que la separación.

Tampoco hay que olvidar que muy pocas rupturas son el fruto de un consenso, al menos de un consenso absoluto. Aquí conviene distinguir entre el conflicto y la crisis. El conflicto es “lucha, enfrentamiento u oposición entre personas o cosas”, si la ruptura tiene su origen en un conflicto lo habitual es que la pareja quede enemistada. La crisis puede ser sinónimo de conflicto, pero su significado más preciso es el de cambio: “cambio importante en el desarrollo de un proceso que da lugar a una inestabilidad”. También puede definirse como “problema” o “situación delicada”. Prácticamente todas las parejas atraviesan, tarde o temprano, un periodo de crisis en su relación. La clave de la continuidad de esa relación estará en la superación (o no) de esa crisis. De hecho, muchas relaciones salen fortalecidas de una crisis.

Pero decía que pocas rupturas son el fruto de un consenso. En el caso de un conflicto irresoluble es evidente, pero si la ruptura es la consecuencia de una crisis que no se ha sabido o no se ha podido superar, puede parecer que hay consenso o acuerdo: una pareja se da cuenta de que su relación es disfuncional e infeliz y decide terminar. Sin embargo, casi siempre es uno de los miembros de la pareja el que toma la decisión, el otro acepta porque no le queda más remedio. Uno toma la iniciativa y el otro la secunda aunque le pese.

Dejemos a un lado las rupturas que suceden por causa de fuertes desavenencias, de conflictos que enemistan para siempre, de daños irreparables y heridas difíciles de cerrar. A las que quedan, que son muchas, se llega por “consenso”, parcial o total, voluntario o impuesto. Seguramente ha habido amor, experiencias compartidas, momentos felices y buenos recuerdos. A pesar de la decisión de separarse, no es tan fácil romper un vínculo afectivo que persiste por muchas razones: la nostalgia del pasado, el cariño y la ternura que todavía se profesan los antiguos amantes… Entonces alguien pronuncia la frase: Podemos seguir siendo amigos. ¿Es siempre conveniente? ¿Qué hay que hacer y qué no hay que hacer?

1º Si tu pareja fue la que tomó la decisión de romper pero tú todavía la amas.

Lo que no debes hacer: aceptar su proposición de amistad cuando vuestra ruptura está aún muy reciente, porque va a intensificar tu dolor. Ten en cuenta que tú la sigues viendo con los ojos de una persona enamorada, y en cada uno de vuestros encuentros “como amigos” te va a resultar muy difícil reprimir tus sentimientos y emociones, contenerte para no besarla o abrazarla o, lo que es igual de contraproducente, suplicarle que vuelva a tu lado. Si la ves con otro o con otra, o te habla de otro o de otra (no olvides que ahora sólo sois “amigos” y puede que incluso te pida consejo), tu sufrimiento se va a multiplicar por diez.

Lo que debes hacer: rechazar su propuesta, pero con tacto y suavidad. Dile que se lo agradeces pero que necesitas un tiempo para asimilar la ruptura y adaptarte a la nueva situación. No estás mintiendo, realmente lo necesitas y es lo mejor para ti, aunque no ver a esa persona a la que todavía quieres va a poner a prueba tu fuerza de voluntad. Piensa, sin embargo, que es lo más sensato que puedes hacer y lo que menos daño te hará, nada consume más el espíritu que tener delante de los ojos algo que deseas fervientemente pero no puede ser tuyo. El resto lo dirá el tiempo, aunque sea un tópico el tiempo siempre pone las cosas en su sitio. Simplemente no cierres la puerta, pero espera hasta tener la fuerza y la serenidad que ahora no tienes.

2º Si tú tomaste la decisión.

Lo que no debes hacer: ofrecer tu amistad porque te sientes culpable o tu pareja te da lástima y sientes la obligación de hacerlo. Si tienes dudas, examínate y reflexiona primero. Si no las tienes pero piensas que tu pareja no está preparada y tus palabras pueden dar lugar a un malentendido, no las pronuncies todavía. Sobre todo evita ser egoísta si él o ella te ama pero tú ya no sientes lo mismo y por eso decidiste terminar. Para ti puede ser muy fácil eso de ser amigos, para tu pareja no. No la hagas sufrir más dando pie a encuentros que se convertirán en desencuentros, y evita pedirle consejos “de amigo” en lo que concierne a nuevas personas que puedan aparecer en tu vida.

Lo que debes hacer: darle tiempo y darte tiempo, en cualquier cambio importante de la existencia humana es necesario un periodo de ajuste y readaptación. Si la amistad es posible, sin duda llegará pero puede malograrse precipitando el momento y la oportunidad.

3º Cuando verse es inevitable.

Hay situaciones en las que evitar los encuentros hasta que las emociones sanen y la confusión dé paso a la claridad de pensamiento no es tan sencillo. Por ejemplo, cuando tienes que seguir viendo con frecuencia a tu pareja porque trabajáis en la misma empresa o tenéis hijos en común que requieren compartir responsabilidades y decisiones. En tales situaciones el contacto es necesario pero se impone rediseñar la relación. Todos nos relacionamos a diario con personas que no son nuestros amigos pero merecen nuestra empatía y respeto. Ése es el enfoque, y en el caso especial de los hijos siempre debe prevalecer su bienestar: puede que papá y mamá ya no vivan juntos, y que incluso no estén todavía preparados para ser amigos; pero no ser amigos no significa ser enemigos. Siempre, siempre, la educación y el respeto, la sensibilidad y la tolerancia (otras manifestaciones del amor), conducen a la paz interior y la felicidad humana.

(Comparte tu opinión o experiencia, no olvides que también puedes suscribirte para estar al tanto de los nuevos posts que se vayan publicando. ¡Es gratis!)

José M. Guillén